Sonrisas y labios rojos a diario

Hoy quiero confesar que mi afición al labio rojo es relativamente reciente

Siempre pensé que era un lujo reservado a labios perfectos y personas extrovertidas. En casa somos más bien de labio fino, más bien de ser discretas, más bien de no llamar la atención. Nunca lo vi en mi madre, en mis hermanas. Asumí con total normalidad que eso era algo que no nos había tocado en gracia. Sin dramas, sin complejos, sin más.

Hubo una primera vez fugaz a los veintipocos. Mi amiga Adriana me regaló por mi cumpleaños una barra de Dior preciosa. “Figue Fig” se llamaba. Un rojo cálido, oscuro, con matices marrones que ahora sé que era de los míos. El caso es que lo pasee con cariño conmigo varios años pero la cosa no cuajó. Creo que a algún “ a dónde vas” le di permiso para colocarme en la casilla de salida del “madre mía voy dando el cante”

No fue hasta que la epifanía de la colorimetría tuvo lugar que encontré un tipo de rojo al que abonarme y con el que sentirme muy yo.

Y entonces… Llegó el confinamiento y el labio rojo pasó a ser diario. Saliera o no de casa, llevara o no mascarilla puesta.

Supongo que elección consciente de mi rojo a medida, armónico y sereno visto en mi a pesar de su intensidad, tuvo algo que ver.

Hoy quiero confesar que a diario sonrío al espejo para alimentar mi actitud

De niña llevé aparato durante mucho tiempo. Mis colmillos tenían un afán de protagonismo desmesurado y hubo que meterlos en cintura. Después de aquello unos años de paz y llegaron las muelas del juicio a volver a liarla parda. Muchos años de taparme la boca al hablar y al sonreír dejaron huella. A pesar de volver a colocar cada diente en su lugar en 2019, el gesto seguía instalado.

Y entonces… Llegó el confinamiento y la sonrisa frente al espejo con fotografía incluida paso a ser diaria y compartida.

Supongo que ser consciente de que cuando sonríes, los músculos de la risa se activan y mandan señales al cerebro que interpreta que estás contento (lo estés o no) y libera endorfinas, tuvo algo que ver.

Incluir la consciencia en la ecuación fue clave. Verme con la soga del aislamiento al cuello probablemente precipitó que llegase el momento

Me creas o no:

  • Hay un rojo de labios perfecto para ti
  • Si sonríes a diario tu estado de ánimo mejorará
  • Si esa sonrisa la haces frente al espejo con el labio pintado de rojo el efecto se multiplica

Me creas o no, tu casa es el gimnasio perfecto para poner a funcionar a favor la espiral lo que veo, lo que siento, lo que me digo

Te cuento una historia por si con esto te doy la puntilla del “venga, vamos a probarlo”

El pintalabios del holocausto, la historia que nos recordó el artista callejero Bansky inspirado en el diario de Mervin Willet Gonin, uno de los primeros soldados británicos en ser liberado del campo de concentración de Bergen-Belsen en 1945 

El militar relata: «Me es imposible describir de forma adecuada el Campo de Horror en el que mis hombres y yo pasamos el siguiente mes de nuestras vidas. No era más que un páramo, tan pelado como un gallinero. Los cadáveres estaban por todas partes, algunos en gigantescas pilas, otros yacían solos o en parejas allí donde hubieran caído. Nos llevó un tiempo acostumbrarnos a ver cómo hombres, mujeres y niños se desplomaban al pasar junto a ellos y contenernos para no acudir en su ayuda”.

«Fue poco después de que llegara la Cruz Roja británica cuando llegó una gran cantidad de barras de labios. Esto no era en absoluto lo que queríamos nosotros los hombres, que clamábamos por cientos y miles de cosas más, y no sé quién pidió las barras de labios. Pero me encantaría saber quién lo hizo; fue obra de un genio, inteligencia en estado puro. Creo que nada hizo más por estas internas que esas barras de labios. Las mujeres se tumbaban en la cama sin sábanas ni camisones, pero con los labios rojos; las veías deambular sin nada más que una manta por encima de los hombros, pero con los labios pintados de rojo. Por fin alguien había hecho algo para convertirlas de nuevo en individuos; eran alguien, ya no solamente un nombre tatuado en el brazo. Por fin podían interesarse por su apariencia. Esa barra de labios empezó a devolverles su humanidad«.

Interpreto esta historia como una invitación a ser sin esperar ni situaciones límite, ni situaciones perfectas. A ser quienes hemos venido a ser aunque sea desde dentro de cualquier pijama de rayas que haya intentado despojarnos de las ganas, la identidad, la dignidad

No puedo garantizar que un labio rojo y una sonrisa diaria vayan a cambiar tu vida. De lo que no me voy a quedar con las ganas es de animarte a que lo pruebes. No hay mucho que perder y sí mucho que ganar. Ya me contarás.

Cuídate mucho, cuídate bien 😉

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